miércoles, 12 de septiembre de 2012

Los niños o una refutación del marxismo

Según tengo entendido Marx consideraba la naturaleza humana mayormente como un producto social.
Marx creía que, gracias al lenguaje, los seres humanos eran una especie que pensaba en términos de universales, es decir, en clases más que en objetos particulares y que sólo podían expresar libre y plenamente su naturaleza actuando como miembros de la especie, no como seres aislados. Consideraba que dado que los seres humanos piensan en términos de universales, distorsionan su concepción de sí mismos cuando se consideran individuos aislados. Entonces, según él, lo mejor para cada persona era pensarse como un ejemplo del universal "ser humano" y de esta manera pretendía hacer desaparecer la tajante distinción individuo - sociedad.
De acuerdo a su teoría las personas son individualistas solamente si las normas de su sociedad las animan a  serlo. Marx enfatiza el enorme poder de la sociedad sobre cada individuo (pero, pese a ello, también afirma que el ser humano tiene el poder de cambiar la sociedad!).
Si analizo el caso de los niños que conozco, de entre uno y dos años, apenas moldeados por la sociedad en que viven, veo en ellos una clara conciencia de su ser individual. Poseen un conocimiento proto-jurídico del derecho de propiedad por ocupación (yo lo vi primero y no era de nadie), donación (me lo dio mi mamá), etc.  y la propiedad les parece un hecho tan natural como a Locke.
Además hasta mi mamá ya percibió el uso extensivo que yo y mis amigos del jardín y los chicos con los que eventualmente juego en las plazas (y no necesariamente en plazas "burguesas") hacemos de los términos mi, mío, mía... Tengo la impresión de que si el hombre nuevo es el individuo que corresponde a la sociedad comunista, los chicos somos lo más viejo del mundo...

sábado, 11 de agosto de 2012

¡Silencio! Mi mamá está escribiendo

Leánme en voz baja o para adentro. Mi mamá está escribiendo. Escribe una ponencia sobre Rorty para el Congreso de Santiago de Chile de comienzos de 2013. La tituló "La solidaridad en los límites del capitalismo". Según ella, Rorty se quedó corto con su noción de solidaridad. 
Me preocupa que no le guste mucho Rorty porque, si algún día llegara a leer este blog, podría pensar que soy rortyana. No por el tema de estar en contra de las esencias (a propósito, ¿qué es eso? Parece un concepto inventado por un chico que no tenía juguetes) sino porque, al igual que Rorty, soy pragmática y prefiero redescribir lo que mis papás dicen que argumentar lo contrario. Argumentar implica entrar al campo de juego del otro, aceptar sus condiciones, incluso los conceptos que utiliza. Y yo creo que puedo refutar mejor sus puntos de vista redescribiendo la situación desde otro lugar, a la rorty. Ya lo saben ustedes: la teoría geocéntrica no se refuta tanto embrollando la cosa en el marco de la misma teoría, sino planteando una teoría distinta, desde otra perspectiva, donde el Sol deja de ser un planeta y le cede ese lugar a la Tierra. Y todo comienza a parecer más verosímil. Y lo que es la verdad...la verdad dejémosela a Platón. ¡A él le gusta tanto!
Camila  

jueves, 2 de agosto de 2012

Razones últimas

Mi mamá tiene la costumbre de preguntarme por qué. Por qué quiero lo que quiero o hago lo que hago. Según ella, es una pregunta muy filosófica y puede ayudarme a pensar. Efectos secundarios de haber estudiado filosofía.
Así que si yo revoleo algo, mientras una mamá normal me retaría, se enojaría, me gritaría o me pondría en penitencia; ella simplemente me pregunta ¿por qué? Y me la quedo mirando y vuelve a repetirme: ¿Por qué?
O le digo muy claramente que me ponga el pañal que tiene la imagen de Tigger, pero no uno similar con la figura de Winnie Pooh y ella me mira y vuelve a decirme: ¿Por qué?  
Si se lo digo ahora, le va a parecer poco verosímil. Así que voy a esperar unos añitos para aconsajarle releer a Hume, especialmente Investigación sobre los principios de la moral. Este filósofo justamente sostenía que el motivo último de una acción es la búsqueda de placer o el rechazo al dolor y que no hay una razón más allá de esto. No hay un más allá del deseo, los deseos son razones últimas. Hume rechaza la idea de que nuestra razón pueda movilizar la voluntad dándole un fundamento a nuestras acciones o apetencias.  
Pero si le contestara ahora a mamá algo así como: "creo que tu pregunta no tiene respuesta porque los deseos no tienen explicación", creo que se asustaría... Así que la voy a seguir mirando y poniendo cara de "pienso en eso". Por ahora, parece lo mejor.

sábado, 28 de julio de 2012

Papá, mamá y su relación con el arte

No fue envidia. Tampoco lo hizo para contrariarme. Probablemente le pareció que tuve una idea tan buena que no pudo evitar imitarme, aunque no contara con mis mismas dotes naturales.
Recuerdo perfectamente esa tarde. Mi papá llegó del trabajo, vio mis dibujos en la pared y se quedó con la boca abierta. Obnubilado. Totalmente sobrecogido. Sobresaltado. ¡Idioma español! ¡Necesito más adjetivos para poder describir acertadamente el estado de este ser humano!. ¿Qué hago? ¿Los creo?  Porque de eso se trataba: de una creación y una reacción ante esa creación, algo nuevo que necesitaba de nuevas palabras.
Y fue por eso que mi papá también decidió pintar la pared.
Lo primero que dijo después de ver mi obra es que tenía que hacer mis “manchas” sobre papel. Lo comprendo. Estaba tan orgulloso que seguramente quería mostrarles mis dibujos a todos sus amigos, pero una pared es difícil de transportar. Mi mamá estuvo de acuerdo, pero  cuestionó el uso del término “manchas”. Les explico: seguramente mi papá pensaba que mi ilustración se podía enrolar dentro de la corriente impresionista. Pero mi mamá no creía eso. Y yo tampoco. Mis cuadros no se parecen en nada a los de Manet. Yo tengo mi propio estilo.
Creo que mamá se acercaba más al definir mi método como “trazos”. Valiéndose de la fenomenología de Husserl argumentó  que  cada objeto ofrece una multiplicidad de caras según el lugar desde el cual es observado y que, por tanto, el dibujo de un rostro visto de frente es menos representativo que veinte trazos dibujados al azar. Que esos trazos azarosos pueden representar mucho mejor la infinita simultaneidad de caras que un objeto brinda. Y que por tanto se acercan mucho más a la realidad.
Mi papá le contestó que la realidad realidad era que yo había pintado la pared.
Mi mamá le preguntó quién podía saber como era la realidad y eso en el caso de que la hubiera. Para darle un ejemplo le contó de un hombre que le sugirió a Picasso que pintara a su esposa porque era muy linda y le dijó “acá está” tendiéndole una fotografía. Picasso la miró y le dijo que pensaba que no era para nada linda. Dijo: “ es demasiado baja y demasiado delgada”. Claro, la fotografía medía cinco centímetros de alto y tenía un espesor de un milímetro.
Después de la anécdota de Picasso mi mamá le dijo a mi papá que definitivamente ni él ni nadie podían decir cómo eran realmente las cosas. Que todo era relativo (incluso lo relativo mismo). Que primero había que demostrar que había cosas.  Y la cosa, perdón, algo que podía o no ser cosa, se puso bastante revuelta. Mi papá trató a mi mamá de mente abstrusa. Mi  mamá trató a mi papá de mente poco abstracta y de demasiado figurativo.  La conversación se acercaba al caos originario. Pero reflexionando entendí porque se hablaban con tanta vehemencia. El arte suscita un montón  de emociones.
Días más tarde mi papá se apareció con una lata de 20 litros de pintura cremita. Me pareció muy aburrido. Con tan poca creatividad y la técnica del rodillo de un solo color difícilmente iba a lograr formar parte de los grandes maestros… Pero no le dije nada. No quería herir sus sentimientos…
                                           Mi papá y yo. Un equipo.

                                           Ayudando a mi papá. En acción. 

Pese a que no le veo muchas posibilidades en el mundo de las artes plásticas, lo quiero mucho.

                                           Una de mis obras. No está a la venta.

domingo, 3 de junio de 2012

La misma estratagema

Cada noche la misma estratagema. Mi papá me lleva a pasear en auto para que me duerma.
Elige calles de piedra y balancea suavemente el volante a un lado y al otro para que yo me bambolee. Piensa que así me voy a dormir más rápido.
Además el desgraciado me pone una música de la alta edad media super aburrida.
Creo que no logra entender que no soy "dura para dormir" sino que dormirme me angustia. Implica perder todo control de la realidad, no saber que está pasando a mi alrededor. Por eso yo resisto...
Y, como dice la canción, resistiré. Resistiré cuando sienta miedo del silencio, aunque cueste mantenerse en pie...Resistirééé!!!
Camila


Documentación del proceso:


Fase 1: bajando en el ascensor

Fase 2: mi papá me acomoda en mi sillita y me pone el cinturón de seguridad.

 Fase 3: saliendo.

 Fase 5: mi papá pone música de la alta edad media. Volumen: medio-bajo-tenue. 


 Fase 9: yo resisto enarbolando mi lechuza. Para mi mamá, símbolo de la sabiduría. Para mí, ejemplo para todos los chicos que no dormimos de noche.


Fase 24: mi papá agarra calles adoquinadas y balancea el volante para que yo me bambolee.

Fase 43: mi papá resopla.

Fase 97 y 1/2: mi mamá repite que está la luna y que cuando está la luna, los chicos duermen. Cuando tenga tiempo le voy a explicar que la luna está todo el tiempo, pero nosotros solamente la vemos a la noche.

   Fase 148

   Fase 211: mi papá vuelve a resoplar


       Séptima parte de la fase 432. Viendo quien aguanta más.

   Fase 598: basta mamá (no más fotos)
       
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   Fase 122148: me ganaron...  

jueves, 31 de mayo de 2012

Los filósofos y el estado de naturaleza

Llaman "estado de naturaleza" al estado en que vivían los hombres antes de organizarse en Estados, antes de tener un gobierno.
Muchos señores, tales como Rousseau, Locke, Hobbes hicieron grandes y encomiables esfuerzos de imaginación especulando como era el hombre cuando vivía en ese estado. Y digo "hombre" y no "ser humano" porque parece que en esa época había serias dudas acerca de si las mujeres éramos seres humanos con todas las letras o algo así como un "s hmano", por ejemplo.  
Y los señores en cuestión se preguntaban y discurrían sobre si el hombre era bueno por naturaleza, o egoísta, si ya había noción de la propiedad privada, etc.
Y yo me pregunto porque, en vez de conjeturar tanto, no observaban a los niños. Nosotros no tenemos consciencia de ningún gobierno (personalmente ni del gobierno de mis padres) y todavía no estamos moldeados por la sociedad.
Como seguía con la duda, le pregunté a mi mamá que estudió filosofía en la universidad a ver si ella me podía aclarar algo. Entonces ella me explicó que posiblemente los señores no tuvieron hijos. Si hubieran tenido hijos, no habrían tenido tiempo para escribir libros de filosofía. Ahora entiendo...
Camila

martes, 22 de mayo de 2012

El chupete, el opio de los bebés

Con sólo una semana mi mamá lo intentó. Me puso el chupete. Llámese así a un artefacto creado para mantenerte calladita, sin posibilidad de protestar ni de quejarte y bien engañada al darte la sensación de que estás succionando, alimentándote y en contacto con tu mamá cuando nada de eso es verdad.
Yo sorbí dos veces, vi que de la cosa no salía nada de leche (ni de nada) y, ni lerda ni peresoza, lo escupí.
Antes ya había escuchado al médico decirle a mi mamá sobre el coso (sí, coso, no se merece otro nombre): "sirve para que se sienta más tranquila". Frase ambigua: ¿quién más tranquila? ¿Ella o yo?
....
No, por suerte, no volvió a intentarlo más.

jueves, 17 de mayo de 2012

Una luz de esperanza

Cuando estaba en la panza, a mi papá le gustaba hablarme y contarme cuentos. Los cuentos son muy lindos, pero al fin, cuentos son y a mí lo que más me interesaba era escuchar lo que decía cuando hablaba de verdad. Y entonces me parecía una persona cuidadosa, pensativa y un poco bastante estricto.
Una de las cosas que le dijo a mi mamá seriamente fue que había muchos robos de bebés, así que él no me iba a dejar ningún momento sola en el hospital. Aseveró, por ejemplo, que el segundo día, cuando la enfermera me llevara a pincharme el dedito para hacerme análisis (quééé?? De esto no me habían dicho nada!!!!!!), él me iba a acompañar. Y le pidió a mi mamá que, por favor (!!!), si estaba dormido en ese momento, por favor otra vez, lo despertara. Mi mamá trató de tranquilizarlo diciéndole que eso podía ocurrir en el interior, pero no en capital, que el hospital le parecía confiable, etc. Pero el siguió en sus trece y, por las dudas, durante mi primer día de vida repitió lo mismo.
A la mañana del segundo día una enfermera me vino a buscar. Yo ya me había levantado y vuelto a dormir, esta vez y por orden del médico, en mi cuna. Cuando la enfermera le dijo a mi mamá que me llevaba (con cuna y todo, porque tenía rueditas), mi mamá le pidió que esperara un momento porque mi papá la quería acompañar. Entonces llamó varias veces a mi papá hasta despertarlo. Finalmente lo despertó y le explicó la situación. Incluso le recordó que él quería acompañarme cuando me llevaran a hacer análisis. 

Entonces mi papá abrio los ojos, me miró y me dijo: "Chau Cami!"... y me fui con la enfermera.
Eso me dio una luz de esperanza. Ahora era posible que, pese a todo lo que dijo "seriamente" y "verdaderamente", cuando mi primer novio pase a medianoche a buscarme para ir a bailar, él me diga: "Chau Cami!"... y siga durmiendo.
Camila     

martes, 8 de mayo de 2012

Actor de reparto gana el Oscar y se queda con todo el protagonismo

Primeros minutos de la película de mi vida. Acabo de salir de la panza y dos doctores me llevan a la sala de al lado para chequear como estoy. Mi papá los sigue. Mi mamá dejó de ser el centro de la escena y trata de descansar un poco de tantas emociones.
Los doctores me palpan, me miden, me revisan exhaustivamente, me observan. Todo bajo la atenta mirada de mi papá.  Yo trato de ofrecerles mi mejor perfil y hago mi mayor esfuerzo para que mi llanto sea lo más melodioso posible.  
Pero, de repente, mi papá se desmaya... Me dejan a un lado y empiezan a atenderlo a él. Mi mamá se estira como puede para mirarlo (a él). Los doctores se preocupan, le preguntan si está bien, lo ayudan a sentarse, llega una enfermera, vuelven a preguntarle...
Trato de decir algo, de impostar un "aquí estoy". Pero no vale la pena. Ya nadie me escucha...
Camila

viernes, 4 de mayo de 2012

Amenazas de mi papá, por suerte solo flatus vocis

Ya desde que estaba en la panza mi papá amenazaba. Sus palabras me retumbaban en los oídos. Por suerte eran solo flatus vocis
Les cuento: repetía y reiteraba que, cuando naciera, yo iba a ocupar mi lugar y solamente mi lugar. Según afirmaba, él me iba a poner en mi sitio y no me iba a dejar salir de ahí. Dio un ejemplo bastante claro: yo iba a tener mi cuna e iba a tener que dormir ahí. Nada de dormir con papá y / o mamá y mucho menos en brazos. 
Dadas las circunstancias no es de extrañar que no quisiera salir de la panza y me decidiera a salir solamente a eso de las ocho de la mañana de un domingo de Pascua, horas antes de la fecha de inducción del parto donde tenían planeado hacerme salir o salir...
Una vez en el afuera, luego del llanto de rigor y  pese a encontrarme en un ambiente que me resultaba totalmente desconocido, decidí hacer un esfuerzo, el primer esfuerzo de mi corta vida, para ser yo la que pusiera a papá en su puesto. Tenía que ser firme. Para encarar la tarea con las energías necesarias destiné la tarde a dormir. 
A la noche mi papá me puso a dormir en la cuna del hospital tal como tenía planeado. Entonces yo puse en marcha mi plan: me puse a llorar con toda la fuerza de mis pulmones y con todo el desconsuelo que pude imaginar. Después de pensarlo (en realidad lo pensó solamente unos segundos) mi papá ya me estaba acunando en sus brazos. Y como estaba muy cansando finalmente me llevo a dormir con él.
¡Qué sorpresa la de mi mamá cuando, la mañana siguiente, vio a mi papá durmiendo en un 5 % de la cama y a mí cómodamente estirada en el 95 % restante y con una sonrisa de triunfo :).
¿Cómo no sonreír? Había ganado mi primera batalla.
Camila 

 Mi papá, aprendiendo que acunarme es la forma correcta de hacerme dormir.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Camila, la jefita

Dos añitos. Ya un poco más de dos añitos y sigo siendo la jefa. Todavía decido si es una buena idea o no mirar dibujitos en la tele a la madrugada. Si los platos sucios se lavan hoy o quedan para mañana. Me contaron que antes de que viniera yo a poner orden, esta última cuestión podía incluso ser motivo de discusión entre mis padres. Pero por suerte llegué yo. No logro entender, y quizás nunca lo haga, a esa gente que el asigna una connotación negativa a la palabra jefe o jefa. En realidad los jefes son una bendición del cielo. Es contraproducente que todos puedan mandar y es mejor cuando sólo una persona lo hace. Eso pone orden, acaba con las infinitas argumentaciones y contraargumentaciones. Todos pueden tener razón o pueden tener razón los otros, esos que no deciden, pero lo más práctico es que haya una jefa. No sólo es necesario en el día a día, también es bueno y conveniente. Obviamente no estoy de acuerdo con los diggers ni con ninguno de los que, después de ellos y desde una u otra ideología, se opusieron a toda jerarquía.
Seguramente mis padres estarán de acuerdo conmigo (yo se los mando!)
Camila