lunes, 25 de noviembre de 2013

Julieta: Otro nombre para Helena

Papá y mamá eligieron Helena como nombre para mi hermanita por la semi-diosa griega de la belleza. Hija de un dios, Zeus, y de una mortal, Helena era dueña de una belleza tan, pero tan perfecta que empezaba por abrumarte y terminaba por aburrirte. Pero Helena no dejó aburrir a nadie. Provocó una guerra, la guerra de Troya, que duró 10 años y tuvo a todo el mundo entretenido. Y a lo largo de ese tiempo se sucedieron muchas historias, algunas de las cuales son por sí mismas dignas de un libro y de un par de canciones. Como la de Penélope, que tejía de día y destejía de noche (y esto a lo largo de 10 años) para esperar a Ulises que estaba sitiando Troya y no tener que casarse con ninguno de sus pretendientes. Un escritor de la antigüedad bien podría haber escrito un libro titulado "Penélope o de la fidelidad". Y hubiera dado pie para que algún catedrático actual escribiese un paper: "Penélope ¿o de la fidelidad?" donde argumentaría que Penélope rechazó a sus pretendientes porque éstos querían mucho más su trono, su poder y su riqueza que su amor. 
Pero bueno, dejemos un poco de lado la cuna de la civilización de la que nosotros, los latinomaericanos, también nos creemos herederos y escuchemos otras historias. Acá les cuento uno, la de Julieta Lanteri.
Julieta Lanteri nació en Cuneo, Italia en 1873 y vino a la Argentina cuando tenía 6 años. Se graduó en Farmacia, luego fue la quinta mujer Argentina en convertirse en médica y más tarde obtuvo su doctorado.
En 1904 fundó la Asociación de Universitarias Argentinas y en 1905 la Asociación Argentina de libre pensamiento desde donde siguió abogando por los derechos de las mujeres. En 1910 participó en la organización del Primer Congreso Internacional de Mujeres.
También en 1910, a sus 36 años, se casó con el Dr. Alberto Renshaw, 14 años menor que ella. Luego de su casamiento pudo lograr nacionalizarse argentina. Así que ahí dio el siguiente paso: reclamó que se le reconocieran sus derechos políticos y se le permitiera votar. Al no encontrar un argumento con el cual oponerse al pedido, el fallo del juez fue favorable. Y así fue como en 1911 Julieta se convirtió en la primer mujer sudamericana en emitir su voto. Lamentablemente, meses más tarde, la misma ley que hacía al voto secreto y obligatorio, establecía que el padrón electoral correspondía la empadronamiento para el servicio militar, impidiendo así que las mujeres votaran. 
Julieta pidió que la incluyeran en el padrón militar. No se lo permitieron, pero siguió dando batalla: ahora se presentaba como candidata a diputada desde su propio partido: el partido feminista nacional. Sobre un total de 154.032 sufragios, Julieta solamente obtuvo 1730. Pero quizás deberíamos tachar ese "solamente" si recordamos que todos sus votantes eran hombres...

No tiene una calle en Puerto Madero, solamente una plaquita en la estación Carabobo de la línea A de subte. Quizás sea porque ella todavía vive entre nosotros. Vive en sus muchos proyectos que se hicieron realidad: la licencia por maternidad, el sufragio universal para ambos sexos, la igualdad civil para todos los hijos sean o no nacidos dentro del matrimonio, la jubilación y pensión, la ley de divorcio y la abolición de la pena de muerte.  
Vive en cada mujer valiente. Vive en cada uno de los hombres que la hubieran votado.


        

miércoles, 13 de noviembre de 2013

En homenaje a Camila O' Gorman

Mamá me contó que me quiso poner Camila de nombre en homenaje a Camila O' Gorman.
Camila O' Gorman era una muchacha argentina que se enamoró de un cura, Ladislao Gutiérrez, y decidió huir con él. 
En esa sociedad tan pacata no era la primera vez que una mujer y un cura se enamoraban. Pero en esos casos ella, por ejemplo, se casaba con otro hombre para disimular, él seguía predicando castidad. Siempre lo guardaban en secreto, aunque muchas veces fuera un secreto a voces. En cambio, ellos decidieron vivir su amor con sinceridad, mutuo respeto, plenitud.
Me gustó la historia_ dijo mamá_ aunque es una historia trágica. Al final, los encuentran y el gobernador Rosas ordena matarlos.

Yo me quedé pensando en esa palabra, trágico. Porque, ¿se puede decir que es trágica una historia como esa, llena de amor, autenticidad, valentía y coraje? Creo que en este caso habría que acotar el alcance del adjetivo trágico delante de "historia". Agarrar la palabra trágico y cortarle la r, arrancarle la i...
Solamente su muerte fue trágica. Solamente el final, pero no la duración.
Trágico se aplica mucho mejor a esas largas vidas llenas de hipocresía, vanidad y cobardía. Tristeza también.