jueves, 31 de mayo de 2012

Los filósofos y el estado de naturaleza

Llaman "estado de naturaleza" al estado en que vivían los hombres antes de organizarse en Estados, antes de tener un gobierno.
Muchos señores, tales como Rousseau, Locke, Hobbes hicieron grandes y encomiables esfuerzos de imaginación especulando como era el hombre cuando vivía en ese estado. Y digo "hombre" y no "ser humano" porque parece que en esa época había serias dudas acerca de si las mujeres éramos seres humanos con todas las letras o algo así como un "s hmano", por ejemplo.  
Y los señores en cuestión se preguntaban y discurrían sobre si el hombre era bueno por naturaleza, o egoísta, si ya había noción de la propiedad privada, etc.
Y yo me pregunto porque, en vez de conjeturar tanto, no observaban a los niños. Nosotros no tenemos consciencia de ningún gobierno (personalmente ni del gobierno de mis padres) y todavía no estamos moldeados por la sociedad.
Como seguía con la duda, le pregunté a mi mamá que estudió filosofía en la universidad a ver si ella me podía aclarar algo. Entonces ella me explicó que posiblemente los señores no tuvieron hijos. Si hubieran tenido hijos, no habrían tenido tiempo para escribir libros de filosofía. Ahora entiendo...
Camila

martes, 22 de mayo de 2012

El chupete, el opio de los bebés

Con sólo una semana mi mamá lo intentó. Me puso el chupete. Llámese así a un artefacto creado para mantenerte calladita, sin posibilidad de protestar ni de quejarte y bien engañada al darte la sensación de que estás succionando, alimentándote y en contacto con tu mamá cuando nada de eso es verdad.
Yo sorbí dos veces, vi que de la cosa no salía nada de leche (ni de nada) y, ni lerda ni peresoza, lo escupí.
Antes ya había escuchado al médico decirle a mi mamá sobre el coso (sí, coso, no se merece otro nombre): "sirve para que se sienta más tranquila". Frase ambigua: ¿quién más tranquila? ¿Ella o yo?
....
No, por suerte, no volvió a intentarlo más.

jueves, 17 de mayo de 2012

Una luz de esperanza

Cuando estaba en la panza, a mi papá le gustaba hablarme y contarme cuentos. Los cuentos son muy lindos, pero al fin, cuentos son y a mí lo que más me interesaba era escuchar lo que decía cuando hablaba de verdad. Y entonces me parecía una persona cuidadosa, pensativa y un poco bastante estricto.
Una de las cosas que le dijo a mi mamá seriamente fue que había muchos robos de bebés, así que él no me iba a dejar ningún momento sola en el hospital. Aseveró, por ejemplo, que el segundo día, cuando la enfermera me llevara a pincharme el dedito para hacerme análisis (quééé?? De esto no me habían dicho nada!!!!!!), él me iba a acompañar. Y le pidió a mi mamá que, por favor (!!!), si estaba dormido en ese momento, por favor otra vez, lo despertara. Mi mamá trató de tranquilizarlo diciéndole que eso podía ocurrir en el interior, pero no en capital, que el hospital le parecía confiable, etc. Pero el siguió en sus trece y, por las dudas, durante mi primer día de vida repitió lo mismo.
A la mañana del segundo día una enfermera me vino a buscar. Yo ya me había levantado y vuelto a dormir, esta vez y por orden del médico, en mi cuna. Cuando la enfermera le dijo a mi mamá que me llevaba (con cuna y todo, porque tenía rueditas), mi mamá le pidió que esperara un momento porque mi papá la quería acompañar. Entonces llamó varias veces a mi papá hasta despertarlo. Finalmente lo despertó y le explicó la situación. Incluso le recordó que él quería acompañarme cuando me llevaran a hacer análisis. 

Entonces mi papá abrio los ojos, me miró y me dijo: "Chau Cami!"... y me fui con la enfermera.
Eso me dio una luz de esperanza. Ahora era posible que, pese a todo lo que dijo "seriamente" y "verdaderamente", cuando mi primer novio pase a medianoche a buscarme para ir a bailar, él me diga: "Chau Cami!"... y siga durmiendo.
Camila     

martes, 8 de mayo de 2012

Actor de reparto gana el Oscar y se queda con todo el protagonismo

Primeros minutos de la película de mi vida. Acabo de salir de la panza y dos doctores me llevan a la sala de al lado para chequear como estoy. Mi papá los sigue. Mi mamá dejó de ser el centro de la escena y trata de descansar un poco de tantas emociones.
Los doctores me palpan, me miden, me revisan exhaustivamente, me observan. Todo bajo la atenta mirada de mi papá.  Yo trato de ofrecerles mi mejor perfil y hago mi mayor esfuerzo para que mi llanto sea lo más melodioso posible.  
Pero, de repente, mi papá se desmaya... Me dejan a un lado y empiezan a atenderlo a él. Mi mamá se estira como puede para mirarlo (a él). Los doctores se preocupan, le preguntan si está bien, lo ayudan a sentarse, llega una enfermera, vuelven a preguntarle...
Trato de decir algo, de impostar un "aquí estoy". Pero no vale la pena. Ya nadie me escucha...
Camila

viernes, 4 de mayo de 2012

Amenazas de mi papá, por suerte solo flatus vocis

Ya desde que estaba en la panza mi papá amenazaba. Sus palabras me retumbaban en los oídos. Por suerte eran solo flatus vocis
Les cuento: repetía y reiteraba que, cuando naciera, yo iba a ocupar mi lugar y solamente mi lugar. Según afirmaba, él me iba a poner en mi sitio y no me iba a dejar salir de ahí. Dio un ejemplo bastante claro: yo iba a tener mi cuna e iba a tener que dormir ahí. Nada de dormir con papá y / o mamá y mucho menos en brazos. 
Dadas las circunstancias no es de extrañar que no quisiera salir de la panza y me decidiera a salir solamente a eso de las ocho de la mañana de un domingo de Pascua, horas antes de la fecha de inducción del parto donde tenían planeado hacerme salir o salir...
Una vez en el afuera, luego del llanto de rigor y  pese a encontrarme en un ambiente que me resultaba totalmente desconocido, decidí hacer un esfuerzo, el primer esfuerzo de mi corta vida, para ser yo la que pusiera a papá en su puesto. Tenía que ser firme. Para encarar la tarea con las energías necesarias destiné la tarde a dormir. 
A la noche mi papá me puso a dormir en la cuna del hospital tal como tenía planeado. Entonces yo puse en marcha mi plan: me puse a llorar con toda la fuerza de mis pulmones y con todo el desconsuelo que pude imaginar. Después de pensarlo (en realidad lo pensó solamente unos segundos) mi papá ya me estaba acunando en sus brazos. Y como estaba muy cansando finalmente me llevo a dormir con él.
¡Qué sorpresa la de mi mamá cuando, la mañana siguiente, vio a mi papá durmiendo en un 5 % de la cama y a mí cómodamente estirada en el 95 % restante y con una sonrisa de triunfo :).
¿Cómo no sonreír? Había ganado mi primera batalla.
Camila 

 Mi papá, aprendiendo que acunarme es la forma correcta de hacerme dormir.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Camila, la jefita

Dos añitos. Ya un poco más de dos añitos y sigo siendo la jefa. Todavía decido si es una buena idea o no mirar dibujitos en la tele a la madrugada. Si los platos sucios se lavan hoy o quedan para mañana. Me contaron que antes de que viniera yo a poner orden, esta última cuestión podía incluso ser motivo de discusión entre mis padres. Pero por suerte llegué yo. No logro entender, y quizás nunca lo haga, a esa gente que el asigna una connotación negativa a la palabra jefe o jefa. En realidad los jefes son una bendición del cielo. Es contraproducente que todos puedan mandar y es mejor cuando sólo una persona lo hace. Eso pone orden, acaba con las infinitas argumentaciones y contraargumentaciones. Todos pueden tener razón o pueden tener razón los otros, esos que no deciden, pero lo más práctico es que haya una jefa. No sólo es necesario en el día a día, también es bueno y conveniente. Obviamente no estoy de acuerdo con los diggers ni con ninguno de los que, después de ellos y desde una u otra ideología, se opusieron a toda jerarquía.
Seguramente mis padres estarán de acuerdo conmigo (yo se los mando!)
Camila