Viernes. Salida de la escuela. Como todos los viernes, de la escuela voy a la clase de dibujo. Me lleva Silvia, la misma señora que retira y lleva a dibujo a una de mis amigas del jardín. Pero esta vez mi mamá se olvidó de poner la notita avisando que me iba con Silvia. La seño no sabe qué hacer. Me lleva de vuelta para adentro (Pero noooooo!!!! ¡Si hoy me tengo que ir a dibujo!!!). Idas y vueltas. Llamadas telefónicas…
Me encuentro ante la perspectiva de pasar el fin de semana
con Silvia, pero con Silvia, la directora…
Finalmente me sacan de vuelta. Voy a dibujo. Cuando llego a
casa, espero que llegue mamá y se lo recrimino.
Mamá dice que se olvidó de escribir la nota. Me dice que es
la parte mala de tener una mamá que estudió filosofía. Y que la parte buena, no
sabe (¿o no hay?). Que el mal se puede entender simplemente como una carencia
de bien. Y que San Agustín y San Anselmo, entre otros filósofos medievales,
estarían de acuerdo al sostener que lo que ocurrió se debió a una mera ausencia
de bien.
Ante explicación tan apabullante, me quedo callada. Mamá se
queda pensando en Platón y en el ansia de conocimiento verdadero. En la
filosofía como luz que encandila…
Ante mi silencio, me dice: - Cami, tantos años
pensando de que se trata la filosofía, tantos filósofos que se preguntaron qué
es. Y quizás, después de todo, sea aquel conjunto de palabras que hace
enmudecer a todas las demás, al menos, por un tiempo. Y sonrío. Y le pareció
entender por qué seguía callada.
A la mañana yendo a la escuela con papá y Helena
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