jueves, 17 de mayo de 2012

Una luz de esperanza

Cuando estaba en la panza, a mi papá le gustaba hablarme y contarme cuentos. Los cuentos son muy lindos, pero al fin, cuentos son y a mí lo que más me interesaba era escuchar lo que decía cuando hablaba de verdad. Y entonces me parecía una persona cuidadosa, pensativa y un poco bastante estricto.
Una de las cosas que le dijo a mi mamá seriamente fue que había muchos robos de bebés, así que él no me iba a dejar ningún momento sola en el hospital. Aseveró, por ejemplo, que el segundo día, cuando la enfermera me llevara a pincharme el dedito para hacerme análisis (quééé?? De esto no me habían dicho nada!!!!!!), él me iba a acompañar. Y le pidió a mi mamá que, por favor (!!!), si estaba dormido en ese momento, por favor otra vez, lo despertara. Mi mamá trató de tranquilizarlo diciéndole que eso podía ocurrir en el interior, pero no en capital, que el hospital le parecía confiable, etc. Pero el siguió en sus trece y, por las dudas, durante mi primer día de vida repitió lo mismo.
A la mañana del segundo día una enfermera me vino a buscar. Yo ya me había levantado y vuelto a dormir, esta vez y por orden del médico, en mi cuna. Cuando la enfermera le dijo a mi mamá que me llevaba (con cuna y todo, porque tenía rueditas), mi mamá le pidió que esperara un momento porque mi papá la quería acompañar. Entonces llamó varias veces a mi papá hasta despertarlo. Finalmente lo despertó y le explicó la situación. Incluso le recordó que él quería acompañarme cuando me llevaran a hacer análisis. 

Entonces mi papá abrio los ojos, me miró y me dijo: "Chau Cami!"... y me fui con la enfermera.
Eso me dio una luz de esperanza. Ahora era posible que, pese a todo lo que dijo "seriamente" y "verdaderamente", cuando mi primer novio pase a medianoche a buscarme para ir a bailar, él me diga: "Chau Cami!"... y siga durmiendo.
Camila     

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