viernes, 4 de mayo de 2012

Amenazas de mi papá, por suerte solo flatus vocis

Ya desde que estaba en la panza mi papá amenazaba. Sus palabras me retumbaban en los oídos. Por suerte eran solo flatus vocis
Les cuento: repetía y reiteraba que, cuando naciera, yo iba a ocupar mi lugar y solamente mi lugar. Según afirmaba, él me iba a poner en mi sitio y no me iba a dejar salir de ahí. Dio un ejemplo bastante claro: yo iba a tener mi cuna e iba a tener que dormir ahí. Nada de dormir con papá y / o mamá y mucho menos en brazos. 
Dadas las circunstancias no es de extrañar que no quisiera salir de la panza y me decidiera a salir solamente a eso de las ocho de la mañana de un domingo de Pascua, horas antes de la fecha de inducción del parto donde tenían planeado hacerme salir o salir...
Una vez en el afuera, luego del llanto de rigor y  pese a encontrarme en un ambiente que me resultaba totalmente desconocido, decidí hacer un esfuerzo, el primer esfuerzo de mi corta vida, para ser yo la que pusiera a papá en su puesto. Tenía que ser firme. Para encarar la tarea con las energías necesarias destiné la tarde a dormir. 
A la noche mi papá me puso a dormir en la cuna del hospital tal como tenía planeado. Entonces yo puse en marcha mi plan: me puse a llorar con toda la fuerza de mis pulmones y con todo el desconsuelo que pude imaginar. Después de pensarlo (en realidad lo pensó solamente unos segundos) mi papá ya me estaba acunando en sus brazos. Y como estaba muy cansando finalmente me llevo a dormir con él.
¡Qué sorpresa la de mi mamá cuando, la mañana siguiente, vio a mi papá durmiendo en un 5 % de la cama y a mí cómodamente estirada en el 95 % restante y con una sonrisa de triunfo :).
¿Cómo no sonreír? Había ganado mi primera batalla.
Camila 

 Mi papá, aprendiendo que acunarme es la forma correcta de hacerme dormir.

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